EL PAN QUE COMEMOS CADA DÍA, ES LA PRINCIPAL CAUSA DE ENFERMEDAD

Un poco de historia. Durante miles de años, hasta el siglo XIX, los cereales han jugado un papel fundamental para la supervivencia de los pueblos. Al principio los cereales se consumían en forma de un puré que se elaboraba moliendo el cereal entero y mezclándolo luego con agua o leche. Se comía así crudo, o se formaba una torta plana que se hacía en una piedra caliente cerca de la hoguera. Más tarde, se hacían cremas calentadas o se utilizaban los cereales enteros o triturados para cocinar sopas o platas de cucharas mezclándolos con verduras. De esta manera, y sin ser conscientes de ellos, nos comíamos a diario un «supperfood» lleno de vitaminas del grupo B, minerales y otras sustancias vitales, que se encuentran principalmente en el germen y las capas exteriores del cereal. Véase el apartado el secreto de los cereales

¿LUEGO QUÉ PASÓ?

Una cuestión comercial. La harina obtenida moliendo un grano integral, ya sea trigo, cebada, centeno, o cualquier otra semilla, no se puede almacenar. Debido al contenido de grasa en el germen, tras pocas semanas, la harina integral se vuelve rancia. Esto es un inconveniente tremendo para poder producir, almacenar y comercializar la harina. Los humanos, siempre hábiles en encontrar soluciones para casi todo, inventamos un procedimiento, es decir, una máquina, para poder separar a gran escala el germen de un cereal. Y para que esta harina apta para el almacenamiento a largo plazo, además sea bonita, ligera, suave y blanca, también aprendimos a quitarle la cáscara. De esta manera, en m uy poco tiempo, pasamos de comer nuestro supperfood cereal de siempre, un pan elaborado con el almidón del cereal, es decir, con la harina blanca. Empezamos a comer la conserva pan.

¿QUÉ ES LO QUE NOS PERDIMOS?

En el camino nos perdimos la vitamina B1. El germen y las capas superficiales del grano contienen importantes sustancias vitales sin las que nuestro organismo no puede funcionar de manera correcta. Ningún otro alimento contiene tanta vitamina B1 como el germen de un cereal. Es prácticamente imposible conseguir la vitamina B1 necesaria de otros alimentos diferentes a los cereales. Según la Organización Mundial de la Salud, necesitamos diariamente 1.5mg y según muchos científicos incluso son 3mg. La ingesta media de B1 en épocas preindustriales era de 5 mg por día. Pero la realidad actual es que la media no pasa de los 0.8mg. Además de la vitamina B1, en el germen de los cereales se encuentra el B2, B6, ácido patogénico, nicotinamida, ácido fólico, botina, las vitaminas liposolubles A y E, K, minerales (fosfatos, potasio, calcio, magnesio), oligoelementos (ácido silicio, hierro, cinc, magnesio, cobre, boro, et.). Al comer pan elaborado de harina blanca o la falsamente denominada harina de centeno integral, nos perdemos más del 70% de los nutrientes vitales que nos ofrece un grano de cereal. Luego en el proceso de calentamiento, perdemos casi todo el resto de lo poco que quedaba.

¿Y PARA QUÉ NECESITO VITAMINA B1?

Un experimento a principios del siglo pasado demostró que un grupo de ratas alimentadas durante pocas semanas con harina blanca (=flor de harina), se morían. Un segundo grupo de ratas se alimentó con harina integral obtenida de moler el grano entero,  siguió con total salud. Las personas no nos morimos de comer pan blanco, porque también comemos otras cosas. Lo que provocamos al comer productos elaborados con harinas refinadas (pan, pasta, pizza y bollería), es una carencia prolongada de sustancias vitales y especialmente de B1. 

La vitamina B1 es esencial para nuestra salud a largo plazo. Necesitamos la B1 para poder digerir, es decir, metabolizar los hidratos de carbón que comemos. La naturaleza es muy sabia, y ha provisto a cada cereal con los ingredientes perfectos para que nosotros podamos aprovechar su energía sin enfermar. Si ingerimos hidratos de carbón (harinas fabricadas y azucares fabricados) sin ingerir al mismo tiempo la cantidad apropiada de B1, nuestro organismo tiene buscarse la B1 en otro lado, y eso será en nuestro esqueleto, donde tenemos una pequeña reserva. Pero la vitamina B1 es además imprescindible para nuestro sistema nervioso, y si éste no encuentra suficiente B1, no puede funcionar correctamente.